Buscas refugio a la incertidumbre en la pantalla pero no hay guía, te encuentras solo ante la inmensidad y las respuestas de aquel mundo onírico desaparecidas.
Piensas en el poema como llave, oráculo de la realidad mientras aseguras su insuficiencia.
*
Un día menos en el calendario, sin ningún valor agregado: ningún día lo tiene.
La realidad desdibujada se desborda, el sinsentido brota de los resquicios de tu mente y el sueño te ha abandonado.
Sigues en el mar de sábanas, en tu pequeño bote de algodón y las olas te mueven de un lado a otro: hacia donde miras está lo mismo y en el agua te reflejas tú. El Yo deja de ser una salida, adentro tampoco existes.
La puerta cerrada te conecta con la realidad y las sombras de libros anónimos te esperan más allá. Preguntarse el porqué no tiene importancia: nada lo tiene. Estás perdido en el mar de ensoñaciones, en la realidad gigantesca que te aprieta el pecho, en la salida que te atrapa. Al borde de la realidad que te lleva a otra.
Saltas y mientras caes sigues viendo lo mismo, las puertas se abren frente a tus ojos y se cierran a tu espalda mientras caes y caes. Te sorprendes de la misma realidad una y otra vez. Comprendes para qué estamos aquí, la nueva certidumbre desgasta y esperas terminar de caer para olvidar.
En aquel mundo onírico están las respuestas: las del olvido que se necesita para poder vivir.