Lo que no puedo decir con mi boca
es fácilmente víctima del papel
que me acompaña.
Las letras se suicidan una a una,
saltando del borde de mis labios y
estampillándose,
según el orden de caída,
hacía un piso multicolor
-más que todo blanco o amarillo-
que las espera frío e impávido para recibir
su sangre negra
que circula libremente sobre las grietas
que son fiel reflejo de mi corazón.
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