Tomando agua en la noche

"Humano, deja ya de temerle a demonios, fantasmas y otras criaturas místicas inventadas por otras mentes igual de cansadas que la tuya. Entiende que en la oscuridad de la noche sólo hay eso: oscuridad. Eso sí, recuerda bien que hay algo a lo que sí debes temer, esto es. a los otros como tú. No existe algo peor en la tierra que la maldad del propio ser humano, no hay animal más fiero que el racional. La única oscuridad que supera la de la noche es la que habita en el alma, a veces lejos, alejada del caparazón, otras veces demasiado cerca. Siempre hay alma, siempre hay oscuridad."

- El Narrador.

Había despertado a la noche, sudando por la pesadilla que acababa de tener, miraba al techo y trataba de recordar lo que había estado soñando pero no podía. Cuando su respiración se normalizó se sentó al borde de la cama, observó la puerta y se preparó para lo que tendría que hacer: ir a la sala, cuestión esta de poca dificultad, pero que en nuestro protagonista costaba bastante ya que siempre tuvo miedo a la oscuridad de la noche y para variar, al ver la hora se había dado cuenta que eran las 3 de la mañana. Conocido es por todos, y si no es por todos, por la gran mayoría, que este momento de la madrugada es cuando los demonios salen de paseo, seguidos de satanás, en busca de almas perdidas para llevárselas al país de las llamas infinitas. 

     Una gota de sudor le corría por la sien, lentamente llegó a sus pómulos, aceleró, se estacionó en su barbilla, se hizo gorda y cayó en el río de oscuridad. Automáticamente, como si la gota fuese el tiro con el que inicia una carrera se puso de pie al encuentro con su mayor miedo. Mientras caminaba de la cama a la puerta (eran solo unos dos metros) pensaba cuál sería su itinerario, en qué debería entretener su mente mientras caminaba y si debería o no correr de vuelta a la cama. Al tiempo que estos pensamientos rondaban su cabeza, se decía así mismo que no debía ser idiota, que a su edad ya no estaba para estas cosas, pero al tocar la perilla de la puerta todas estas respuestas racionales se esfumaron. El miedo había aparecido otra vez, activó el mecanismo, cosa esta que no es más que girar la perilla y la puerta se abrió, no lentamente, como en las películas, porque nuestro protagonista no creía que con posponer el infierno éste fuese a desaparecer. 

     Ante él: el cuarto de su madre. A su derecha un pasillo donde se encontraba a su vez el baño y más allá la sala, a la que tendría que ir irremediablemente porque sus labios estaban demasiado resecos. Inició la expedición, no encendía ningún foco, su madre ya le había advertido que la luz molestaba y no podía dormir bien, suceso que hacía levantarla de pésimo humor y más aún cuando tenía que ir a trabajar. Entre la oscuridad y su mamá, aunque difícil de elegir, prefería la oscuridad. A veces, entre dos males, como lo ha enseñado la experiencia, es mejor elegir al menos malo. 

     Respiró profundo, inicio la caminata, lenta, con pasos ligeros como pluma, no podía hacer ruido, ya hemos dicho las razones, siguió caminando, observaba la sala, las sombras formadas por la luz de la ciudad que afuera, pese a todos estar durmiendo, necesitaba estar iluminada, como un recordatorio para otros de que allá estaba la civilización o, mejor, quién sabe, cómo una solución al miedo que todos tenemos a la oscuridad, claro, en mayor o menor grado. La luz de afuera formaba siluetas en la pared que hacían sobresaltar a su víctima, a veces veía demonios, a veces formas indefinidas, que al observarlas con más cuidado lentamente se transformaban. Su respiración comenzaba a agitarse, el sudor se desprendía otra vez de su piel, escuchó un ruido a su espalda y volteó con rapidez, miró, no había nada, era de esperarse, pero aún faltaba lo peor y era voltear de nuevo hacia la dirección original. Sabemos, todos, que gracias a nuestra cultura, acciones como esta siempre están acompañadas del temor, temor de que al voltear aparezca el rostro de un demonio o un fantasma, qué más da, hay temor. Temor este infundado, porque los demonios, difícil sería imaginarlo, no andan vagando por el mundo esperando estos momentos precisos, o bueno, no sabemos. Sigamos observando los sucesos que ocurren ante nuestros ojos. El joven volteó y oh, sorpresa, no había nada, sólo el pasillo, al fondo la sala, las luces, sombras, y a unos 10 pasos la puerta del baño. Un lector minucioso se dará cuenta o pensará que este pasillo o es gigante, o el narrador lo ha alargado a propósito para los móviles de la lectura, pero estás dos conclusiones son erradas, el pasillo tiene solo unos cinco metros y, el narrador, yo, ha estado narrando tal como suceden los hechos. La explicación de la demora es que el joven solo ha dado un par de pasos. A veces, mejor, la mayoría de las veces, el miedo hace que nuestros comportamientos sean toscos, lentos. Ahí está el secreto, si queremos volver a la niñez no hace falta más cosa que tener miedo. 

     La vejiga ya no aguantaba, así que nuestro protagonista no tuvo más remedio que cerrar los ojos y avanzar, a tientas. Iba sintiendo las paredes hasta que logró llegar a la puerta del baño, buscó la perilla pero no la encontraba con sus manos así que tuvo que abrir un poco los ojos. Ya saben ustedes cómo los abrió, pero si no logran ver se los mostraré. Párpados apenas separados), lo suficiente para ver y no ver. Técnica ésta producto de nuestra gran evolución y que, estando codo a codo con ponerse la mano sobre la cara y dejar un espacio entre los dedos, nos protegen de todo mal que aceche afuera. De esta manera logró ingresar al baño y cerrar la puerta. Por fin podría encender la bombilla y así lo hizo, atropelladamente para escapar lo más rápido posible de la maldita oscuridad. Respiró profundo, miró la luz, cerró los ojos y los abrió enseguida para encontrar el retrete y posar sus nalgas contra la fría porcelana. El sonido de la orina cayendo en el agua lo relajaba así que se recostó como pudo mientras seguía fluyendo el líquido amarillo y miró a la puerta pensando que ahora venía lo peor. Tenemos que anotar algo, que puede ser de mucha o poca importancia, dependiendo quién sea el que lea. No hemos mencionado a qué sexo pertenece nuestro protagonista, algunos pensarán que es hombre, pero al observar que hemos descrito que se sentó en la tasa para orinar, tal vez se pueda desprender que sea mujer, puesto que sabemos que la manera en que Ellas hacen estos quehaceres es la misma, claro está que los hombres también lo hacen, aunque algunos no lo digan, como si él modo de mear definiera en algo tu masculinidad o no. Dejando de lado este asunto, no trascendente, diremos que el protagonista puede ser cualquiera. No vemos necesario mencionar el sexo, lo importante aquí son y serán los sucesos, los hechos.

     Ya había terminado, ahora estaba de pie, frente al espejo, los brazos apoyados en el lavamanos, se estaba viendo, pensaba en que era cobarde y que era ya momento de dejar de serlo, como si la cobardía fuese elección. En la opinión del narrador la cobardía es simplemente inherente a algunos y a otros no. La vida es una ruleta en la que características cómo está son dadas a unos y a otros no, para bien o para mal. Abrió la pluma, observó el agua y colocó sus manos en forma de recipiente, esperó que se llenara y arrojó esta sobre su cara. Sintió una leve angustia porque el agua y el sueño juntos no, como agua y aceite, y si es fría peores las penas. Pero enseguida ignoró esto, daba igual, ya que estuviese en su cama poco importaba lo demás, ahora tenía otro problema que revolver: tomar agua, ir a la cocina.  Otros personajes habrían tomado el agua directamente del baño para no tener que sufrir el viaje larguísimo de otros cinco metros a la cocina, pero el ser humano es pretencioso y nuestro amigo no es la excepción. Prefirió ir a la cocina, igual, ya era un hombre, no había nada que temer.

     Estaba ya caminando por el pasillo, escuchó un ruido en el patio, que estaba cerca de su cuarto, pero se imaginó que sería el gato así que no le dio muchas vueltas y siguió en su empresa de conseguir agua. Ya estaba al frente del refrigerador, abrió la puerta y el frío que de este salía lo golpeó en su torso desnudo. Tomó una jarra, bebió el agua con avidez y al finalizar se secó el residuo que había quedado en su boca con la mano derecha. Cerró la puerta, vio el pasillo, ahora al final estaba la puerta de su cuarto. Con seguridad avanzó, las sombras lo acompañaron durante los 10 metros. Garras, cuernos, rostros desfigurados se alzaban a lo largo y ancho de la pared. No les prestó atención, eran solo sombras y las sombras solo matan en los sueños y en la soledad. Rápidamente abrió la puerta del cuarto, miró arriba, nada, el techo estaba libre de demonios o fantasmas. Izquierda, derecha, nada, camino hacia su cama no sin antes quitarse las pantuflas, respirar hondo y al mismo tiempo que las colocaba debajo de la cama miró hacia adentro y nada. La habitación estaba libre de demonios, suspiró y luego sintió vergüenza, para con él mismo, porque nadie lo veía.

     Todo este proceso que narramos concluiría de la manera en que siempre concluye para todos: se acostó en la cama, mirando al techo, ignorando la regla de oro de los asustados de la noche: si usted tiene miedo, se debe acostar boca abajo, puesto que ahí está la seguridad del hogar. Como siempre, a las personas que ignoran las reglas no les espera nada bueno y así fue. En un abrir y cerrar de ojos, frente a él se encontraba un espectro demoníaco, con la cara de mil mujeres que no lo dejaba respirar, espectro este que había sido ruido, formas, sombras y que ahora, fortalecido por el miedo, por fin arrebataría el alma que desde el inicio de los tiempos estaba destinado a cercenar.

     Luego despertó en medio de la noche por la pesadilla que había acabado de tener. De su boca salió la palabra mierda. Palabra esta que habría de salir de su boca por el resto de los días de un coma que lo tenía postrado en una cama. Cama esta de la que luego despertó en medio de la noche por la pesadilla que había acabado de tener y en la que dijo mierda para continuar así, entre el coma y el despertar. Confundido porque no sabía qué era sueño y qué no. Igual que nosotros.

***

Sin editar, sin corregir, como siempre.

1 comentario:

  1. wowww,no me lo esperaba, aunque he tenido sueños parecidos y lo peor es cuando despiertas, toda confundida y peor aun sin ganas de volver a dormir..
    PD: me gustoso, me cautivo desde el inicio saludosss

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