"La vida no es la que uno vivió,
sino la que uno recuerda y
cómo la recuerda para contarla."
Gabriel García Márquez
Sentado, en una noche más oscura que otras, un joven Yo se dispone a realizar sus quehaceres bajo la luz tenue de una vela. Las páginas que garabateaba se tornaban amarillentas y la tinta aún más negra. En mi cabeza rondaba una especie de infortunio por la noche calorosa que se avecinaba, el hastio del no dormir, la irritante sensación de un sueño caloroso. Al lado mío una madre, más joven, me ayudaba, tal vez pensando en qué comeremos mañana.
La vida en aquella pequeña casa es borrosa, tenía dos cuartos, un baño, un pequeño patio en el que un día mi mamá me bajó la carne del pene como un pantalón y luego ya no quiso subir, por lo que con el roce con las prendas me generaba un dolor inmenso, también recuerdo la solución para el dolor, muy glamorosa, por cierto. Cuando me veía en la necesidad de ponerme algo metia mi pene en un vaso que hacía que no rosara con la tela, de modo que cuando salía a la calle tenía un bulto inmenso en los pantalones.
También recuerdo otras cosas: las mariposas amarillas, las cuales según decían mis amiguitas de la época, si las tocabas botaban un liquido, que si te caía en los ojos te dejaba ciego, recuerdo un triciclo con el que paseaba por la pequeña terraza, recuerdo una navidad extrañamente bondadosa para esos tiempos. Me levanté temprano porque era 24 o 25 de diciembre, no sé, y cuando entré al cuarto un mueble bastante viejo estaba lleno de regalos, había de todo, pero lo más llamativo fue una bicicleta la cual inmediatamente salí a usar. Precisamente el único recuerdo que tengo de mi hermano en esa época tiene que ver con la bicicleta: el mismo día que me la dieron salimos a una cancha que quedaba en la calle inmediatamente siguiente a la nuestra, esto con el fin de probar la bicicleta. Me caí muchas veces, pero no recuerdo haber estado tan feliz en momentos en que el dolor y la sangre me brotaban de las rodillas. Años después como resultado de tantos golpes en los codos y las rodillas los tendría negros, pero da igual. Recuerdo también una visita a una vecina, recuerdo el techo del cuarto de su hija, decorado con figuritas de animales las cuales, al haber poca luz se iluminaban de color verde triste, recuerdo el primer cienpiés que vi, horrible, también recuerdo la primera vez que vi un DVD BluRay, era de El Señor de los Anillos, también tenían uno de Saint Seiya, muy lindos.
De esa etapa de mi vida hay otras cosas. Para ese entonces tenía muchos problemas para comer, por lo que siempre salía golpeado de los almuerzos, llorando y mi mamá molesta. Hubo una vez en la que ella, mientras yo lloraba a cantaros, para obligarme a comer decidió llamar a la vecina para que me viera llorando. Ese día me comí toda la comida. Creo yo que no hay afrenta más grande que a uno lo vean llorar por bobadas que uno sabe que son bobadas. También hay golpes con la bicicleta, una consola Playstation que tumbé y me quería morir porque pensé que la había dañado y mi mamá no tendría con qué pagarla, visitas al segundo piso de los Rosales, o creo que ese era su apellido. Como dato curioso todas las nietas eran mujeres. Quién sabe cómo estarán ahora, lo impresionante es que nunca podré recordar que les habré visto porque para ese tiempo tenía una conciencia inmaculada, alejada de todo mal pensamiento.
En definitiva los recuerdos que tengo de aquel tiempo ya remoto no son los más grandes, tal vez no se puedan comparar con las hazañas infantiles de otras personas, pero creo que fuí feliz. Ahora, años después y terminando de escribir esto puedo decir que no hay tesoro más grande que nuestros recuerdos de la niñez.