Las lágrimas de tus ojos brotan como cristales que reflejan la pureza de tu alma.
Inmediatamente después, de la comisura de tu boca salta tu sonrisa, líquida y contagiosa.
Manos te rodean junto a latidos de buenos deseos: al unísono todos te felicitan.
Por fin entre la multitud se abre un espacio para mi corazón y te veo: encuentro sonrisa y lágrimas en tu rostro bellamente desfigurado por la felicidad.
Comprendo al fin tu valor, comprendo al fin la belleza de tu ser, y logro sentir lo que siente la gente al hacer sentir el sentimiento de la felicidad.
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