Un mensaje es el detonante de una noche de risas.
Las caras todas se miran, sonríen. De cada boca brotan, como en una gran cascada, palabras, con o sin sentido, a nadie le importa. Éstas viajan a través del aire, transformándolo, hasta que por fin llegan a tus oídos, fluyen y aterrizan en tu cerebro que las transforma en risas y fiesta.
Tal vez en un momento el caudal de palabras desciende y con la claridad que se asoma piensas: ¡qué bonita es la vida, qué bonita es la amistad!
Con el éxtasis y la embriaguez de la verborrea quieres detener tu vida en ese momento, pero el tiempo no da tregua. Un gran escalofrío inunda tu cuerpo, como una señal del triste destino que se avecina, un pronóstico desalentador. Como un designio divino te das cuenta que por más ahínco que inviertas en la empresa de detener el tiempo el final de tus noches del mensaje detonante pronto llegarán a su triste fin.
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