En mi pequeña cabeza, cementerio de libros y párrafos recortados, trato de encontrar, sin éxito, las palabras que me sirvan para expresar el fuego que quema el alma del enamorado, el frío que carcome el cuerpo de quien yace solo entre las multitudes, el lodo que impide al deprimido avanzar y la demencia de quien odia más de lo que ama. Todo eso trato de expresar, sin éxito.
Al final solo son retazos de lo que pudo haber sido y nunca será, porque en el cementerio de mi cabeza aún faltan muertos por enterrar.
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